La muda de los cangrejos es esencial para su crecimiento y supervivencia. Comparo este proceso con las etapas que atravesamos quienes vivimos con vitíligo. Nuestra experiencia también implica transformación, vulnerabilidad y resiliencia.

Cuando un cangrejo muda su exoesqueleto, deja atrás un caparazón que ya no le sirve, que se ha vuelto demasiado pequeño para su crecimiento. De manera similar, cuando recibimos el diagnóstico de vitíligo, comenzamos un proceso de cambio marcado por la despigmentación inesperada de nuestra piel, lo que nos obliga a adaptarnos a una nueva realidad.

Durante la muda, el cangrejo se despoja de su caparazón y queda expuesto, vulnerable ante su entorno. Nosotros, al enfrentar el vitíligo, también pasamos por una etapa en la que nos sentimos frágiles ante el mundo. La antigua «capa de protección» desaparece, y nos encontramos ante una vulnerabilidad emocional y física difícil de gestionar.

Después de mudar, el cangrejo busca un lugar seguro mientras su nuevo exoesqueleto se endurece y se adapta a su nueva forma. Nosotros también buscamos espacios seguros, como el grupo de apoyo de la Fundación Mexicana de Vitíligo, donde podamos procesar nuestras emociones, compartir nuestras historias y reconstruir una nueva identidad que incluya la aceptación de nuestra apariencia.

Finalmente, el cangrejo emerge con un exoesqueleto más grande y fuerte. De manera similar, quienes trabajamos continuamente por aceptar el vitíligo podemos salir de este proceso más fuerte, con una nueva perspectiva sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Aunque el camino es difícil, la resiliencia nos permite crecer emocionalmente, tal como el cangrejo crece físicamente.

Sergio, Baja California.

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